La pareja, un cara a cara incómodo

Al igual que ocurre con la adolescencia, que no la podemos abordar como hace 40 años atrás, ocurre con las relaciones de pareja. Años atrás los roles estaban claramente definidos. El hombre era el que trabajaba y traía el dinero a casa, la mujer la que cuidaba de la casa, los hijos y su marido.

La incorporación de la mujer al mundo laboral y la lucha feminista han modificado los roles convirtiéndola, en principio, en una relación entre iguales. Sin embargo, el espíritu de nuestro tiempo pone el acento en el individuo. Tanto hincapié en lo individual (el yo)  implica que dejamos de ver y pensar en el nosotros. Nos convertimos a menudo en egoístas y egocéntricos, incapaces de colocarnos en la piel del otro. Sólo veo mis necesidades, mis deseos, mis sufrimientos, yo, mi, me, conmigo y el otro a menudo es visto y tratado como si tuviera que estar a mi servicio, como el que me debe resolver, dar, otorgar, mis requerimientos y necesidades. La relación de pareja nos pone delante ese espejo, convirtiéndose ésta a menudo en un tour de force de quién tiene la razón, de quién va primero, un yo versus otro yo.

Con ese émfasi en lo individual, olvidamos que somos quienes somos porque nos relacionamos con otros: ya somos engendrados por dos personas, crecemos en un ambiente en relación con otros, estamos sumergidos en una sociedad. Los problemas de pareja son un síntoma del sobrepeso que damos al individuo. Estamos empachados de individuo.

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