Va a más mi convencimiento que no se trata de detentar la razón. Sino que se trata más bien que cada uno de nosotros tiene sus razones. El punto de vista de cada uno viene determinado, por así decirlo, por las gafas que llevamos. Hemos aprendido a mirar de una determinada manera, a través de unos cristales: ahumados, de sol, progresivos, para la hipermetropía, la vista cansada, etc. Eso implica que interpretamos y nos contamos las cosas de unas maneras y no de otras. En un anterior artículo ya contaba que somos el resultado de un cúmulo de circunstancias: personales, históricas, etc. Esa encrucijada que somos, genera chácharas interiores acerca de lo que vivimos, como también conté en otro artículo. Están todos equivocados, Soy un incomprendido, Nadie me quiere, No entiendo cómo no lo ven como yo, etc.
Una característica de nuestra especie es -supuestamente- la capacidad que tenemos de comunicarnos. Sin embargo, va a más también mi convencimiento que ante un hecho equis hay una versión, al menos*, para cada uno de nosotros. Esta versión está teñida por cómo lo vivimos y desde dónde lo vivimos, qué emociones y sentimientos se nos ponen en marcha, qué pensamos y cómo lo pensamos (juicio, moral, etc). En tiempos del trabajo en equipo y de la gestión de conflictos, me parece que uno de los abordajes en la gestión de equipos sería el poder compartir ese desde dónde lo vive cada uno. En el trabajo terapéutico de grupo es algo que se potencia: el poder hablar desde cómo lo vive cada uno. Hacemos hincapié en que se trata sobre todo de eso, de cómo lo vive uno, no de que uno tenga la razón. En sesión individual también me lo encuentro, sobre todo en el sentido de la dificultad de decir según qué cosas. ¿Qué se nos mueve? El temor a dañar al otro si le digo mi verdad, o de que se aleje de mi, que deje de quererme.
Sé por experiencia que no es fácil decir según qué cosas. O recibirlas. Por ejemplo: ya no te quiero. Considero que como sociedad necesitamos hacernos adultos: aprender a decir por un lado, y a encajar lo que nos digan, por el otro. Insisto, no es fácil, lo vivo en persona. Sin embargo, me parece más saludable aprender a hacer esto, que los mil líos que se crean por las interpretaciones, lo no dicho, lo que pienso que piensas, el querer quedar bien, etc. En el trabajo en grupo, al poder introducir la vivencia personal de cada uno de una manera sincera, acaba generando una mayor comprensión de la situación no una polarización entre quién está en lo cierto y quién no.
*Digo que al menos una porque ¿quién no ha experimentado la duda? A veces antes una situación, varias voces emergen.