La influencia de la socialización

Actualmente hay un énfasis social en el amor y en un tipo de amor concreto: el amor romántico. Por un lado está el instinto de especie: quiere mantenernos y como sabemos es a través de la reproducción que la especie continúa. Sin embargo, elaboramos guías (ideas, creencias sobre cómo tienen que ser la cosas) que pautan, por ejemplo, ese instinto de reproducción. Es como si nos implantaran un chip de cómo deben ser las relaciones sexuales y en qué contextos.

En la actualidad, no se nos ocurriría negociar, pactar (y obligar) un matrimonio entre nuestros hijos basado en los bienes que poseemos; técnica sin embargo que hemos utilizado durante siglos o que se continúa utilizando en según qué lugares. Y ahora nos parece tan horrorosa. Hoy, la idea que triunfa es basarnos en el pacto entre dos personas que lo deciden libremente en nombre del amor.

Efectivamente, en nuestras sociedades occidentales el énfasis está en el amor romántico. Lo interesante es observar cómo nos lo venden a todas horas: a través de revistas del corazón, de películas, de anuncios de perfumes… Normalmente se nos habla de los inicios de la relación cuando el chico/a conoce a la chica/o, la fase del enamoramiento. Y se guarda sumo cuidado en no contar qué ocurre cuando llevas ya unos años con tu pareja o cómo manejar el deseo hacia otros cuando estás en pareja. La infidelidad, el deseo o las dificultades en la relación de pareja parecen temas tabú. Ya el propio término infidelidad tiene connotaciones de traición, etc.

También se nos obliga al consumo, creándonos necesidades. Actualmente nos parece imposible vivir sin nuestro teléfono móvil. Aunque habíamos vivido sin él. Siempre estamos consumiento algo, desde el billete de autobús a las bambas marca X. Parece incluso que el consumo está relacionado intensamente con la creación y demostración de nuestra identidad. Aunque podemos cuestionarnos qué es esto de la identidad.

Como dije en el anterior artículo, otro habitual es la idea de libertad: supuestamente, nunca habíamos sido tan libres ni habíamos dispuesto de tantas opciones. No obstante, si uno se para a pensarlo, quizás llegue a la conclusión que no somos tan libres como parece. Al final tenemos las opciones que tenemos. Nacer mujer tiene unas implicaciones; nacer hombre otras. Nacer en un país u otro, en un momento histórico, económico, también tiene sus consecuencias. O nacer en una determinada clase social, con unos determinados recursos ecomómicos o materiales y el acceso que implican.
¿Podemos (y queremos) realmente vivir sin estar consumiendo o consumiendo de otro modo? Hay un contexto capitalista que es el que es, que no podemos obviar y que sí nos influye.

Por otro lado está la cuestión que esas pautas sociales se convierten a menudo en Ley. Cualquiera que se aparte de lo estándar será visto como un especimen extraño -en el mejor de los casos- o un loco, o un provocador… (aunque últimamente está poniéndose de moda lo disruptivo). Apartarse del mainstream implica pagar precios. En el fondo nos sentimos cuestionados por aquellos que se lo replantean y toman otros caminos. Sin embargo, parece ser que son esos que se han cuestionado lo habitual o común, los que han aportado novedades. La historia está repleta de ejemplos.

To be continued…

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