Destrucción creativa

Tim Jackson, en “Prosperidad sin crecimiento”, explica que el modelo económico capitalista se basa en la idea (loca) de crecimiento constante. Lo de loca lo digo yo. En todo caso, es loca porque se cimienta en la extracción y el uso intensivo de materiales (petróleo, minerales, etc.) para transformarlos en productos, servicios, bienes o experiencias. Y estos materiales se van agotando. Es un oxímoron creer que se puede crecer constantemente cuando para llevarlo a cabo hay que utilizar unos materiales que se van acabando. Y no me meto por ahora en las consecuencias ecológicas de la extracción, el uso o la circulación de mercancías.

La trampa de la innovación

Por otro lado, el capitalismo se basa en un consumo constante. Aquí viene otra paradoja: para que el consumo sea constante, se necesita algo llamado destrucción creativa. Podríamos decir que es la cara (¿perversa?) de la moneda de la innovación, uno de los palabros de moda en los últimos años.

Para mantener la rueda de hámster del consumo y el flujo económico constante, es necesaria la destrucción creativa: <<El economista Joseph Schumpeter fue el primero en sugerir que es la novedad, el proceso de innovación, el que impulsa al crecimiento económico. El capitalismo avanza, afirmaba, mediante un proceso de destrucción creativa. Continuamente surgen nuevas tecnologías y productos, que van desplazando a los anteriores. En esencia, esto significa que ni siquiera las empresas de éxito pueden sobrevivir simplemente gracias a la minimización de costes. La capacidad para adaptarse e innovar -diseñar, producir y comercializar productos no sólo más baratos, sino novedosos y excitantes- es fundamental. Las empresas que no se adhieren a este proceso corren el riesgo de desaparecer. A la economía como un todo no le preocupa si las empresas individuales van a la bancarrota. Lo que sí le preocupa es que se detenga el proceso de destrucción creativa, pues sin él el crecimiento económico finalmente se detendría>> (Jackson, 2009: 127).

La innovación tiene una relación directa con la competencia y la competitividad. Para mantener la economía en danza, se potencia la obsolescencia y se elimina la durabilidad. <<La calidad (…) es sacrificada a favor del volumen económico>> (Jackson, 2009: 128). El usar y tirar no es una consecuencia, dice Jackson, sino un prerrequisito.

Por eso pasamos de los 4 yogures que había cuando era pequeña, a una gran diversificación de marcas que ofrecen todo tipo de yogures: con azúcar, sin azúcar, de sabores o de tropocientos sabores, griego, con fibra, alto en no sé qué, bajo en no sé cuantus, líquido, etc. Pronto el yogur gaseoso.

También pasamos de las 4 temporadas de moda, según las 4 estaciones, a la renovación de modelos en tiendas cada quince días. Pero no olvidemos que compramos cantidad, no calidad: esas camisetas que se deshilachan a los dos lavados o que huelen fatal al cabo de una hora de llevarlas.

Y llegó el covid-19 y lo paró -casi- todo (Samuel, 126:7)   

Un ejemplo de qué ocurre cuando hay un parón en el consumo, lo estamos viviendo en primera línea de fuego con las consecuencias económicas que está suponiendo la crisis sanitaria del covid-19. No se hicieron esperar ni media hora. El viernes 13 de marzo, en Cataluña ya empezaron los despidos, los ertes y cada día aparecen nuevas noticias de ertes y despidos con la perspectiva de que esto va a continuar en las siguientes semanas.

Santiago Niño Becerra comentaba que a finales del 2018 ya empezó una desaceleración a la que el coronavirus le ha puesto el turbo. Algo que ya se venía produciendo lentamente, ha dado un triple salto mortal y se ha presentado de golpe tomando la forma de inminente crisis económica.

En cualquier crisis, los hay que salen ganando (probablemente ahora mismo gestorías y abogados, empresas de alimentos, empresas que fabriquen material sanitario, farmacéuticas, etc.) y ¿qué hay del resto? Muchos de nosotros no sabemos cómo pagaremos, por ejemplo, el alquiler en abril o en mayo.

¿Campañas de marketing encubiertas?

Estos días sigo las noticias de las medidas que toman algunas empresas para colaborar a frenar la expansión del virus. Inditex anunció que se ponía a fabricar batas hospitalarias. Varios hoteles, obligados a cerrar por decreto ley u ante el parón turístico, han cedido sus establecimientos para poder acoger a enfermos que se están recuperando o menos graves.

Por otro lado, Inditex también tiene su erte en marcha; igual que muchos hoteles. E igual que muchas otras empresas.

Me pregunto hasta que punto estas medidas colaborativas en pro del bien común, son calculadas maniobras para atenuar la otra noticia. La de los ertes. Una cosa es que los autónomos estemos en aprietos. Pero, con el dinero que -según parece- ha ganado el señor Amancio Ortega, ¿no podía esperar o aguantar unas semanas?

¿Le seguiremos comprando cuando esto se acabe? Ah, quizás no, porque no tendremos ni para pan.

¿Vamos a seguir siendo creativamente destructivos?

Y ahí lo dejo por ahora.

* Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito. Jackson, T., 2011. Barcelona: Icaria
Editorial.

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