Soy muy defensora de aprender a gestionar nuestros sentimientos. Como cuenta mi admirado Alain de Botton, nos han enseñado modales, a cómo comportarnos en sociedad, matemáticas, historia o biología. Pero no nos han enseñado a desentrañar (y lidiar con) nuestras emociones. Y por ende a guiarnos en las complejidades de vivir.
El sistema y las normas
De hecho, cuando nacemos, lo hacemos en un sistema que tiene sus normas, más o menos explícitas e implícitas, de cómo tratar con el mundo emocional. Podemos deducir que más bien implícitas, dado que somos bastante analfabetos en lo que a sentimientos se refiere.
Así que durante la socialización, nos llegan mensajes directos e indirectos sobre lo que está permitido o no en cuanto a expresión emocional por el sistema en el que nos ha tocado vivir.
Por favor, que levante la mano al que no le hayan dicho cosas como:
– calladito estás más mono
– estás más guapa cuando no lloras
– los hombres no tienen miedo / o los niños valientes no tienen miedo. Y tú eres un niño valiente, ¿verdad?
– eres un nenaza (si tienes miedo, o expresas algún tipo de sensibilidad, porque la sensibilidad se asocia a lo femenino, no a lo masculino. A saber por qué)
– no molestes
– comportándote así nadie te querrá
– eres un tonto / inútil / u otra variante
– me avergüenzo de ti
– sí… pero no es suficiente. Tienes que hacerlo mejor.
– no llores / ves a llorar a tu habitación
– no grites / no alborotes
– con rabietas no conseguirás nada
– ¡Pórtate bien! No me hagas quedar mal
Que si hacemos una traducción simultánea resulta aproximadamente en:
– calladito estás más mono = eres demasiado expresivo
– estás más guapa cuando no lloras = la tristeza no es bienvenida
– los hombres no tienen miedo / o los niños valientes no tienen miedo. Y tú eres un niño valiente, ¿verdad? = si eres hombre no puedes sentir miedo ni expresarlo
– eres un nenaza = cualquier muestra de sensibilidad es una muestra de debilidad. Los hombres no pueden ser débiles. Eso es cosa de mujeres.
– no molestes = no me vengas con tus cosas (pensamientos, preguntas o sentimientos)
– comportándote así nadie te querrá = ser amado depende de cómo te comportes y expreses. Si dices lo que piensas o sientes y según cómo lo digas, nadie te querrá.
– eres un tonto / inútil / u otra variante = no eres digno por tí mismo
– me avergüenzo de ti = eres ridículo (por lo que expresas) o me dejas en ridículo
– sí… pero no es suficiente. Tienes que hacerlo mejor = no eres suficiente. Vales si te esfuerzas más y consigues más
– no llores / ves a llorar a tu habitación = de nuevo: la tristeza (o la rabia, porque uno puede llorar de rabia) no es bienvenida. No queremos ni verla.
– no grites / no alborotes = deja de expresarte
– con rabietas no conseguirás nada = la rabia no es bienvenida
– ¡Pórtate bien! No me hagas quedar mal = un gran enigma porque un niño debe deducir qué es portarse bien. ¿Quedarse quieto y en silencio como un mueble?
La única emoción (que hemos aprendido) que es más que bienvenida, se ha convertido en una fijación social: es la alegría en todas sus formas (felicidad, amor, incluso la euforia…).
Sea como sea, no nos enseñan primero a detectar y poner en palabras lo que estamos sintiendo (siento rabia, miedo, tristeza, asco, impotencia, frustración, melancolía, envidia…) y por supuesto, a continuación, no nos enseñan a canalizarlo.
Entiendo que, dado que vivimos en sociedad, no se trata de ir desembuchando todo lo que uno va sintiendo a discreción, en plan ráfaga. Pero una cosa es desembuchar y la otra negar, esconder e incluso reprimir. Y que neguemos, escondamos o reprimamos no significa que esos sentimientos desaparezcan. Pasan a actuar desde la clandestinidad.
¿Alguien sabe qué hacer con sentimientos como la impotencia, la frustración, la vergüenza o la envidia? La envidia no reconocida puede llevar a alguien a hacerle alguna jugada a la persona que envidia.
Sensación -> Reacción
Simplificándolo mucho, lo que normalmente hacemos con una emoción es reaccionar. No hay tiempo para digerir. Directamente reaccionamos: porque nos sentimos atacados, abandonados, rechazados, no vistos, no escuchados, etc. No se comunica lo que uno está sintiendo o las expectativas que tiene (probablemente ni las sabe) y se puede acabar montando películas cuando intenta, además, descifrar a los otro/s. Y si uno se las monta, el/los otro/s también. Así que la comunicación está plagada de malentendidos, expectativas, deseos no claros ni verbalizados. O acaban pagando el pato justos por pecadores. El galimatías está servido.
Las limitaciones
Hace unos meses, en una clase de gestión, les contaba a los alumnos cómo la inteligencia emocional está llegando también a la empresa. Las empresas se están dando cuenta que los empleados son personas y que les ocurren cosas hasta tal punto que puede afectar a la gestión diaria de la empresa. Les preguntaba a mis alumnos cómo abordarían un conflicto con un compañero de trabajo o con un trabajador si fueran empleadores. Les puse el típico ejemplo de la persona que no hace nada, que parece un mueble, que no hace su parte y se escaquea todo el tiempo. Fue un debate. Llegaron a la conclusión que hacía falta primero de todo hablar con ese compañero o trabajador para saber si le ocurría algo, y, en caso de que la situación persistiera, llevarlo a dirección. Quizás como empleador, uno se plantearía echarlo… si se lo puede permitir, claro está.
Recuerdo a un@ alumn@ que contó que de pequeñ@ le llevaron a una psicóloga porque hablaba de una manera muy brusca y agresiva con los otros. Siempre tenía problemas. Aprendió a hablar de otro modo, más suave. Sin embargo, también se dio cuenta que, aunque parecía que hablando la gente se entiende, luego parecía que les entraba por una oreja y les salía por la otra.
Me ha ocurrido algo parecido en muchas ocasiones. Cuando he planteado un asunto desde la voluntad de comunicación y entendimiento, y he acabado por comprobar que funciona más el golpe de genio o de carácter.
Por eso también considero que la inteligencia emocional tiene sus limitaciones. Vale, yo he aprendido a detectar qué me ocurre, en relación a qué o a quién, qué juicios tengo sobre ciertos sentimientos y si puedo hacer alguna cosa respecto a lo que estoy sintiendo (a veces, no es posible). Pero me siento en un diálogo de besugos porque quizás la/s otra/s persona/s no ha/n hecho su parte.
A un nivel más profundo, he terminado por darme cuenta que aunque haya podido contar a algunas personas ciertas intimidades que pueden explicar mi forma de ser y sentir, siempre hay más o menos incomprensión por parte de otros. Lo puedo captar por bromas o comentarios que en realidad son una expresión de que no han entendido mis motivos o motivaciones, mis fragilidades. Ese es el límite: uno puede explicarlo; pero eso no quiere decir que el que lo escucha pueda recogerlo. Como dice Alain de Botton, nunca nadie será comprendido ni tampoco comprenderá al 100%.
1 Comment