En las últimas semanas, dadas las circunstancias que vivimos, he seguido entrevistas, conversaciones, webinarios, directos, etc., de todo tipo. Una de las frases recurrentes con las que me he topado es la de “en las escuelas / universidades deberían enseñar“. Y a continuación algunas de las que he escuchado:
-gestión de las emociones
-a hablar en público y hacer presentaciones o defender ideas. A poder ser de un modo divertido.
-a vender / persuadir / convencer
-a creer en uno mismo / desarrollar confianza o autoestima
-escucha activa
-comunicación no-violenta
-capacidad de análisis
-autocrítica
-liderazgo
-actitud proactiva
-mentalidad emprendedora
-a-programar-porque-será-lo-realmente-necesario
-a desarrollar la marca personal
-empatía
-despertar la curiosidad del alumn@
-gestión del tiempo / estrés / ansiedad
-tolerancia a la presión / incertidumbre
-adaptación a las circunstancias
y un largo etcétera.
No digo que no. Pero, ¿estamos seguros que a los 18 años uno está abierto a aprender ese tipo de capacidades (por ejemplo, gestión emocional)? Y, por otro lado, me parece que es pedir un poquito demasiado, ¿no?, a las escuelas y universidades que enseñen todo esto además de los aprendizajes más técnicos.
Me parece genial que se intenten incluir algunas de estas capacidades paralelamente al corpus más técnico de la carrera que uno esté estudiando. Por ejemplo, hoy en día los más jóvenes tienen la oportunidad de presentar en clase, cosa que a duras penas recuerdo que ocurriera en mis 18.
De hecho, muchas de estas habilidades tienen que ver con las llamadas habilidades blandas. Son aquellas destrezas que le permiten a uno establecer ciertos vínculos interpersonales y comunicarse con los demás de un modo efectivo. Son muy valoradas, en los últimos años, por los departamentos de RRHH de las empresas a la hora de valorar a un candidato.
Me llama la atención que se pida a los centros educativos que enseñen este tipo de habilidades y no a las familias. Además de alimentar a los retoños, vestirlos, llevarlos al dentista y pagar las extraescolares, digo que algo más pintarán los padres, ¿no?
En mi modesta experiencia (también como docente), me parece que uno puede aprender e incorporar este tipo de habilidades en su camino. Y, sobre todo, si quiere y/o si está abierto o preparado para ello. Vale la pena señalar que algunas de estas soft skills tienen que ver con poner la mirada hacia uno mismo. Y ese punto de partida complica un poco las cosas ya que tiene que ver con la gestión emocional.
Por ejemplo, para mí, aprender a hablar en público ha sido una tortura china. No solo por las fantasías catastróficas a hacer el ridículo más espantoso, no solo por el terror de quedarme en blanco sin saber qué decir o por miedo a tartamudear… de base hay un par de características personales que no ayudaban en nada: una tremenda timidez y la introversión. Reconozco que siempre me han admirado aquellos extravertidos que llegan a un lugar en el que no conocen a nadie y en poco tiempo ya están hablando con uno, con el otro… y en casi nada se hacen los reyes del cotarro. Divertidos, dicharacheros. Para mí era algo cercano a la ciencia-ficción o a la magia.
En mi caso, muchas de esas habilidades blandas las pude poner en marcha al hacer terapia: la he llamado mi segunda educación emocional. Tenía 33 años y no fue fácil. Así que, cuando se pide que enseñemos a chavales de 18 años a manejarse con sus emociones, me pregunto ¿cómo enseñárselo? Se pronuncia rápidamente, pero bajarlo en concreto es otra cosa. No olvidemos además que las hormonas van como locas, el cerebro todavía se está desarrollando y, sinceramente, las emociones en esa época de la vida tocan un ámbito pudoroso o bien llevan a la risa directamente. Así que no estoy del todo segura que a día de hoy, jóvenes de esas edades estén dispuestos a revisar ciertos aspectos internos. Quizás me equivoco. Muchas cosas han ocurrido entre la generación de mi abuelo (que cogió un fusil por culpa de una guerra civil) y sus bisnietos. Los dos contextos prepararon a jóvenes muy diferentes, con una madurez muy distinta.
A los que piden jóvenes que sepan analizar… bueno, doy una asignatura que va de eso y a ciertas edades no se puede pedir peras al olmo. Me va a flipar más la cosa molona que pueda hacer con photoshop que en una clase de ciencias sociales donde me van a hablar del comportamiento humano. Pero si eso ya lo sé. A los que piden jóvenes que sepan analizar… que recuerden como eran de jóvenes y cuáles eran sus intereses.
Insisto: creo que uno tiene que estar preparado o abierto para poder desarrollar según qué asuntos. Especialmente los que implican sumergirse en el mundo emocional propio. Y eso da un poquito de miedo. Si ya da miedo a los adultos, imagina a ciertas edades.
Algunos alumnos han contado en clase, a través de ejercicios, que han podido aprender (o empezar a aprender) ciertas de esas habilidades al formar parte de algún tipo de equipo (deportivo), o al tener que estar frente algún tipo de grupo (monitor), o al hacer teatro. Allí han podido empezar a trabajar en equipo, a aprender a liderar, o a lidiar con sus sentimientos.
Dejémosles también que exploren, que conquisten sus propios aprendizajes. Y por cierto, no todos los aprenderán en las escuelas o en casa.