Cuando uno nace, aterriza en una sociedad que se organiza de formas determinadas. De niños lo aprendemos a través de la socialización, sin cuestionarlo. Durante la socialización recibimos un corpus de normas, creencias, códigos, que vehiculan lo que se permite y lo que no se permite hacer, lo que está prohibido, lo que es tabú, lo que es normal, natural o correcto en esa sociedad en particular. Lo que es sensato para una, quizás no tiene ningún sentido en otra.
Una de las creencias que le siguen al mito de la media naranja, una vez encontrado es@ alguien especial, es el segundo mito: el de que una persona debe estar en una relación de pareja (con ese especial y para toda la vida) como condición vital; e incluso para ser considerado enteramente persona.
Recuerdo ciertas opiniones que oí a familiares sobre algunos miembros (mujeres oh sorpresa) que se quedaron solteras o que en su momento lo estaban: no tuvo suerte con los chicos con los que salió, no la casaremos nunca, se quedará para vestir santos. Nadie en mi familia nunca me ha preguntado si soy feliz o cuan feliz soy. Tampoco cuando he estado en pareja. (Abro paréntesis: que por cierto, queridos familiares, ya os lo digo por aquí: estar en pareja no me ha hecho especialmente feliz, más allá de las épocas iniciales. Cierro paréntesis). Sea como sea, siempre me han preguntado si estoy en pareja. Recuerdo vivirlo con presión y, sobre todo, me parecían muy pesados; tanto que una vez estuve tentada de ir a una boda familiar con un falso novio negro como acto de provocación.
Actualmente está bien visto que uno tenga una fase de experimentación en su juventud. En otros momentos históricos, ni se contemplaba. Experimentar en todo caso vendría después, con l@s amantes (y podía haber consecuencias diversas, si se hacía público, dependiendo una vez más del género o la clase social).
Antes o después, hay que decidirse por una persona, según una expectativa no pronunciada explícitamente o a veces de modo indirecto. Tipo: a ver cuándo nos das nietos. Si puede ser, mejor formalizar la pareja de algún modo (casamiento y/o hipoteca y/o hijos). Y ya la guinda del pastel: que sea para toda la vida, según la hoja de ruta. No tenemos en cuenta que la expectativa de vida ha cambiado radicalmente en los últimos ¿80 años? Quizás para toda la vida tenía su sentido cuando las personas morían entre sus 30 y sus 40 años. O cuando uno no tenía otro remedio: porque dependía económicamente de la pareja o la homosexualidad era perseguida y castigada.
Qué tremenda debacle es cuando un@ no es capaz de encontrar Esa Pareja Especial para Toda la Vida del Manual de socialización. Concatenar una serie de relaciones fallidas, puede llevarle a un@ a pensar que tiene algún defecto o tara de base. La mala noticia es que sí, que probablemente tienes defectos. La buena noticia es que no eres el únic@. El resto de habitantes del planeta Tierra también somos defectuosos. Por eso el filósofo Alain de Botton insiste en que, en una primera cita, en lugar de querer impresionar al otro hablándole de nuestro fantástico trabajo, mencionando de pasada el yate o la mansión en Hawai, o lo maravillosos que somos, deberíamos hablar de nuestros defectos.
Muchas mujeres se comparan y minan su amor propio cuando no son capaces de encontrar La Pareja Para Toda La Vida. Otras sí lo han conseguido. ¿Por qué ellas no? Mi respuesta a esa pregunta es que a veces uno no consigue lo que desea. Más allá que puedan ser defectuosas (también y como todos los demás), deberían además plantearse que quizás no son las única taradas de la ecuación. Ni las únicas que no han conseguido tener la pareja estable.
Casi nadie tiene en cuenta que hay muchas personas que no quieren comprometerse. Por los motivos que sean. Las aplicaciones y webs de contacto precisamente facilitan lo que yo llamo el mercado de la carne. A un clic puedo tener al alcance a tantas mujeres u hombres, que ¿por qué decidirme solo por un@? ¿Cuántas veces me han contado lo de la primera cita que fue tan bien, acaba en la cama y después si te he visto no me acuerdo (ghosting)? Así que quizás hay un asunto con el compromiso.
A mi entender las sociedades exploran opciones. Venimos de sociedades autoritarias. En España concretamente de una dictadura, donde lo mejor que un@ podía hacer era mantener las formas. Creo que nuestros ancestros estuvieron secuestrados en matrimonios y las generaciones que les hemos seguido hemos huido hacia delante. Ojo no digo que no hubiera relaciones felices, como también las hay hoy en día.

No todo el mundo está disponible. O dice que lo está, pero al cabo de un tiempo de haber empezado una relación se pregunta ¿y si hay alguien mejor? Y regresa a alguna de las aplicaciones del mercado de la carne para abrir opciones. Tendríamos qué ver qué quiere decir mejor. O por qué no se preguntan y si hay alguien peor.
Me parece mucho más habitual de lo que se reconoce que muchas relaciones no prosperan porque los dos que están metidos en el asunto simplemente no congenian o están en momentos y necesidades distintas. Y no es culpa de nadie. Pero por un defectillo de nuestra especie, lo llevamos a un terreno muy personal. Nuestro juez interno empieza con sus mensajes: “Es que no soy suficientemente tal. Es que si aquel día le hubieses dicho cual. Etc.”. Sea como sea, hay unos mensajes internos destinados a minar nuestra confianza y amor propio. También hay personas que no saben lo que quieren, aunque creen saberlo. Mientras tanto, dejan un reguero de corazones rotos.
En muchas ocasiones, más allá de los defectos personales, hay otro aspecto que se pone en juego. Muchas mujeres dicen necesitar estar en pareja, no porque sea en realidad esto lo que quieren. Tendríamos que plantearnos cuantos de nosotros hacemos cosas por inercia o porque toca según el Manual de socialización. Pero muchas quieren estar en pareja para evitar algo que les resulta mucho peor: la soledad. Ya en otras ocasiones he escrito sobre este tema. Brevemente, el miedo a la soledad en realidad implica el miedo a estar con un@ mism@. Parece que un@ es alien el octavo pasajero, del que hay que salir huyendo. Así que un@ huye de sí mism@. También hay una creencia que un@ sol@ no puede (vivir o no puede con la vida) y que necesita de otr@ para hacerlo y completarse.
Vamos a decir las cosas como son. En realidad, y generalizando, nos falta amor. Propio y externo. Por eso buscamos lo que nos falta en otros. No lo generamos por nosotros mismos, así que iremos fuera a encontrarlo. Pero quien más quien menos, tiene sus limitaciones personales en cuanto a generar amor propio, así que ¿cómo va a poder darlo?
To be continued.
Imágenes: Pixabay
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