El mito nº 4, la fidelidad, está estrechamente relacionado con el nº3, la exclusividad. Porque esa relación exclusiva de a dos, implica también un pacto no verbalizado según el cual se espera de la pareja, fidelidad. Fidelidad procede de fe, fides en latín. Significa lealtad. Así que estamos hablando en concreto de lealtad sexual. Eso implica que mi pareja, o yo mism@, no tendremos deseos por otros o relaciones sexuales con los sujetos de nuestro deseo. Ya lo decía aquel mandamiento: no desearás a la mujer del prójimo. O bueno, si deseo a otros, me quedaré en eso. En cualquier caso, no estableceré otras relaciones sexuales fuera de la pareja.
En una relación basada en el amor “verdadero” (sea lo que sea que signifique esto), según el amor romántico, los dos miembros de la pareja deben satisfacer mutuamente todos los aspectos pasionales, románticos y eróticos de su compañer@. ¡Ah bueno! Y el resto de los otros requisitos (implícitos o dados por descontado) de la larga lista: que me escuche, me apoye, me comprenda, colabore, esté ahí cuando más lo necesite, sea un@ buen@ padre, sea un@ buen@ amante, me haga reír, me vea a venir, etc.
Quizás estoy equivocada, pero me parece que pedimos / esperamos demasiado del otr@. De hecho, si somos un poco honestos con nosotros mismos, alcanzaremos a reconocer que tampoco nosotros podemos ser esa persona que siempre escucha, apoya, comprende, hace reír, es un buen amigo, un buen padre o satisface los deseos o fantasías eróticas del otr@. La intención puede estar. La realidad es otra.
Así que el camino a la frustración está abonado.
La educación emocional que hemos recibido no nos ha mostrado que a veces, aunque uno quiera, no puede. Me gustaría comprender a mi pareja 100%. Pero no siempre la comprendo. Por no mencionar que podemos tener puntos de vista radicalmente distintos sobre algunos asuntos; que nos hacen discutir. O épocas diferentes que implican humores distintos. Por ejemplo, mi pareja puede estar atravesando un duelo. En cambio, a mí, me acaban de promocionar en el trabajo.
Hay momentos en que la empatía y la generosidad se ponen a prueba.
El amor romántico resulta ser una fantasía egocéntrica, que convierte al otr@ amad@ y desead@ en alguien que va a cumplir mis necesidades y deseos sin límites. Me va a satisfacer completamente. Me va a llenar y realizar. Como si es@ otr@ no tuviera otras cosas por hacer.
Si le damos la vuelta al miraje, encontraremos una verdad para los sapiens: que en realidad y de fondo, casi nunca nos sentimos satisfechos del todo, ni llenos, ni realizados. Si vamos un poco más allá, esa necesidad de que sea otro el que nos ame (incondicionalmente), implica que también andamos cortos de amor propio.
La inercia es buscar ese amor fuera. El amor romántico promete que lo encontrarás en otro especial.
La inercia puede durar toda la vida. O bien, puedo poner la mirada sobre mí y tratar de generar ese amor propio que me falta, en lugar de esperar que venga empaquetado y entregado en una sola persona.

Sea como sea, hay parejas que llegan a acuerdos explícitos sobre la opción de mantener otras relaciones. En los últimos años se habla de relaciones poliamorosas, una nueva palabra para algo más viejo que andar. O los hay que intercambian. En todo caso, si se abre la relación, no lo idealicemos: tampoco es una situación fácil. Además de removerse fundamentos muy profundos y arraigados (como el de exclusividad), pueden despertarse una auténtica cascada de sentimientos difíciles: celosía, inseguridad, miedo (a la pérdida, al abandono), ansiedad, poco compromiso afectivo…
Ya veremos más adelante el papel del deseo. Por ahora, solo decir que normalmente lo que nos despierta el deseo es lo nuevo, lo desconocido, lo misterioso. Por eso la fidelidad en parejas de largo recorrido sufre un jaque. Quizás por todo ello, hay parejas que mantienen relaciones más ¿modestas?, acorde con reconocerse los mutuos límites y no pedir imposibles.
De todos modos, y para ir cerrando, la fidelidad parece relacionarse exclusivamente con lo sexual. Un@ se mantiene leal sexualmente. Pero no nos planteamos la lealtad en lo amoroso, en el “a pesar de todo”, en el me quedo (contigo) aunque a veces te regalaría; o sea, en amar lo imperfecto, como dice el terapeuta Jaume Cardona. Para reconocer y amar lo imperfecto, no nos han educado.
Además, ¿acaso no nos distanciamos de otros en cuanto a visiones, principios, valores, objetivos…? Aquello de no es la persona que yo creía que era. Puede ser igual de demoledor que una traición sexual.
To be continued…
Imágenes de pixabay.
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