Después de unos cuantos meses viajando y analizando algunos de los mitos del amor romántico, ha llegado el momento del final. THE END! Aviso a navegantes: no hay perdices ni anís pero quizás podamos ser felices de otros modos que están por construir. Me despido de esta serie con el mito nº 10 dedicado a la pasión o el deseo.

El mito nº 10 cree que la pasión o el deseo es con lo que debería empezar una relación. No solo eso, sino que esa actitud pasional va a perdurar en el tiempo. Tal y como ya indicaba en el anterior mito, esto es creer que la relación va a ser una especie de línea recta estable, en el que se va a mantener todo de forma inalterable. ¿Acaso eres un encefalograma plano? ¿No hay altibajos en tu vida? Del mismo modo que en el anterior artículo me preguntaba cuántos años seguidos has vivido tú permanentemente en un estado de felicidad culminante, te pregunto ahora cuántos años seguidos de pasión incesante has vivido.
Casi podría decir aquello de “no tengo nada más que añadir su señoría”. Sin embargo, la pasión y el deseo merecen ser desmenuzados.
Parto de la base que el deseo es un instinto. En su vertiente más instintiva, está claro que el objetivo del deseo es llevarte a producir otro/s miembro/s de la especie para que ésta se perpetúe. Muy básico, evolucionistamente hablando.
Pero es cierto que no solo desearemos a personas sino también algo: un objeto, una situación, una vivencia, poder. Probablemente esto esté relacionado con querer darle un sentido a nuestra experiencia vital. Marcarse retos, superarse a uno mismo (por ejemplo, superar el miedo a volar, atreverse a hablar en público, etc), conseguir propósitos.
Escuché en alguna entrevista de radio, no recuerdo a quién, que el deseo es algo relativamente nuevo. En muchos momentos históricos, desear quedaba después de cubrir nuestras necesidades básicas. Cumplir con los propios deseos era algo más o menos accesible dependiendo de a qué clase o grupo social pertenecía un@.
Sin embargo, en los últimos años, se nos anima y torpedea constantemente con la idea de que debemos ir en pos de nuestros deseos (ambiciones, metas, propósitos…). Sutilmente, a esta idea loca se le inocula otra: que lo conseguiremos. Quien la sigue la consigue. De este modo, compartimos un ideal de autorrealización: conseguir aquellos objetivos o aspiraciones que tenemos en mente para sentir satisfacción; desarrollar nuestro potencial, o sea, capacidades y habilidades. Esa autorrealización te culminará vitalmente. Porque tú lo vales, según cantaba aquel anuncio.
Pero ¿hasta qué punto es cierto esto de que quién la sigue la consigue? ¿O será simplemente que la persigue? Tú puedes seguir tus deseos / metas y no conseguirlas. Por mucho que lo intentes. (Casi) Nadie hace películas, libros o entrevistas de todas aquellas personas que lo han intentado y no lo han conseguido.
Estadísticamente hablando en realidad es improbable que cada uno de los más de 7 mil millones de habitantes del planeta consiga sus metas.
La caja de los deseos se abrió, como si fuese una nueva versión de la caja de Pandora. Nadie hace películas sobre cómo lidiar con la frustración, o sobre cómo recuperarte de esa persecución por la autorrealización que puede acabar en una Gran Decepción y por lo tanto deja un amplio reguero de sangre. ¡Incluso si lo consigues!
Conozco algunas personas que han conseguido sus metas y una vez allí resulta que no han sentido aquella dicha que les iba a culminar. O la sintieron, pero luego se les pasó, porque la dicha tiene un tempo, y luego deben pasar a otra cosa.
Pero volvamos a la idea de pasión / deseo en la relación de pareja.
El deseo puede ser unidireccional o bidireccional. Yo siento deseo (atracción) por otr@ y est@ puede sentirlo por mi o no.
Cuando es que no, se da habitualmente una reacción: vivirlo como si fuera un no a mi persona. Cuando en realidad al otr@ le puedo caer muy bien, solo que no siente atracción por mí. En eso no coincidimos. Pero te lo tomas como si te estuviera diciendo que no vales, que no eres suficientemente xxxx. Y todos los adjetivos que te puedan descalificar como persona.
También se puede dar el caso que sientas atracción por alguien que en realidad te cae mal.
Más allá del aspecto instintivo del deseo, hay otro aspecto que está relacionado con el sentimiento y/o necesidad de pertenencia de nuestra especie. Ser deseado en cierto modo es ser reconocido. Alguien me da atención. Así que funciona de alimento para el ego.
La situación complicada puede darse cuando baso mi valía personal (mi amor propio) en ser desead@ por l@s otr@s. Cuanto más desed@, más satisfech@ estoy conmigo. A la larga lo complicará porque te acabas haciendo mayor y tus arrugas, tus canas y la piel reseca no podrán competir con los más jóvenes.

Por otro lado, el deseo, la atracción, entra por los ojos. Así que ¿qué ocurre cuando el común de los mortales no cumplimos con los estándares de belleza? Porque por mucho que se pretenda que lo importante es la belleza interior y blablabla, me temo que no funciona así. Al menos, no de entrada.
De manera que se perfila que el amor propio no puede construirse o cosecharse en base a la popularidad externa. Vaya aparte que de vez en cuando sale alguna noticia del celebrity, influencer o loquesea de turno, tan reconocid@, con tantos seguidores, con tantos likes… pero él o ella no se siente precisamente feliz.
Hay una gran diferencia entre el yo deseo y el yo soy deseado. Y lo apunto porque frecuentemente me encuentro con mujeres acostumbradas a ser deseadas y que por ese motivo entran en relaciones: porque otr@ las desea, no porque ellas sintieran el mismo deseo. De hecho, a menudo no se permiten el propio deseo. O solo se lo permiten cuando llevan alguna substancia de desinhibición en la sangre.
Los hombres heterosexuales, por su lado, tienen sobre sus espaldas otro mito que relaciona su masculinidad con la cantidad de mujeres que han seducido y/o con las que se han acostado. Su hombría parece depender de cuán fructífera es la colección. Por cierto, ellos tampoco escapan al uso de substancias de desinhibición para atreverse a tomar la iniciativa.
El deseo puede ser usado como alimento para el ego. Hay personas que entran en relaciones porque han sido deseadas; no porque hayan deseado. Otras que se valoran por la cantidad de personas con las que mantienen relaciones sexuales.
Pero lo realmente determinante es entender que el deseo (venga o vaya) es limitado en el tiempo. Por muy casad@ que estés, por muy padre/madre que seas, por mucho que quieras a tu compañer@, vas a sentir deseo por otros. El tema en todo caso es ¿qué vas a hacer con ello?
Apuntes etimológicos finales
Me gusta conocer el origen de las palabras y ver cómo los significados evolucionan con el tiempo. Así pasión y deseo tienen una evolución bastante peculiar.
Pasión viene del latín passio y éste del verbo pati, patior (= padecer, sufrir, tolerar). Se refería a un estado pasivo. Nada que ver con el sentimiento vehemente, entusiasta y apabullante que le entendemos hoy en día a la pasión.
Por el otro lado, deseo parece ser que entronca con varios términos del latín como desidium (= ociosidad, deseo, libido) cuya raíz es el verbo desidere (= permanecer sentado o detenerse). De nuevo nos encontramos con una actitud o estado más bien pasivo. Parecería también que habría algún influjo del verbo desiderare (= echar de menos, echar en falta, anhelar). Desiderare procede de la astrología y implicaba echar en falta algún astro que se podía contemplar en algunas épocas del año y en otras no.
Y exactamente en el fondo es eso lo que hay en el deseo en realidad: un echar en falta (a algo o a alguien). Se dice que siempre deseamos aquello que no podemos tener. Aquí puede empezar el anhelo, que también se origina en el latín anhelare (= respirar con dificultad). Anhelar es hoy en día desear algo de manera intensa. La condición básica del deseo y el anhelo es que va dirigido a un objeto o sujeto que ahora no se tiene y que no se sabe con certeza si se va a poder obtener. Pero, en cuanto se obtiene el objeto de mi deseo, se pierde el interés en él.
De modo que ¿cómo vas a pretender que el deseo se mantenga de manera vehemente a lo largo de la-relación-para- toda-la-vida, ésa del manual del A.R.?
THE END
Imágenes de Pixabay.
Si quieres recibir éste u otros artículos y recursos en tu correo, apúntate a mi newsletter. Puedes darte de baja en cualquier momento.
Si lo que quieres es trabajar algún aspecto de tu relación con el amor, ponte en contacto conmigo.