El sentido de tu vida y la sociedad de la distracción

Hace poco leía este post de Jaume Cardona sobre la películaRevolutionary Road”. Si no has visto la película, además de recomendártela, brevemente te anticipo que es una crisis matrimonial. Y hasta aquí puedo leer; no quiero hacer espóiler.

Esta crisis es la de una pareja de los años 50 en los EUA. Uno de los temas de fondo es el sentido de la vida de los protagonistas: la relación entre sus sueños y su realidad. ¿Qué ha pasado entre esos sueños y su realidad? Vale la pena tener en cuenta cuál era el papel o lugar de una mujer en los 50 y cuál su margen de maniobra. Y por supuesto, cual era el papel del hombre. También vale la pena recordar que no seguir el camino trazado tenía consecuencias sociales, especialmente para las mujeres.

Quizás esta es una pregunta que después de unos cuantos años de experiencia vital te puedes estar haciendo. ¿Te acuerdas de cuando eras adolescente o joven y soñabas o creías que conseguirías __________? ¿Qué ha pasado en ese recorrido?

La búsqueda para darle un sentido a nuestra vida me atrevería a decir que es universal. En esa búsqueda siempre hay una tensión entre deseo y norma. Una cosa es aquello que me gustaría hacer, otra aquello que se espera de mí.

Quizás en tiempos de “porque tú lo vales” o de hacer lo que uno quiere realmente, este dilema puede parecer que está superado. Sin embargo, me temo que no es así.

Muy a menudo, lo que me encuentro es que funcionamos en piloto automático. A partir de los 30, empezamos a cuestionarnos qué estamos haciendo o dejando de hacer con nuestra vida.

no estoy haciendo un trabajo que me llene. Esto es algo relativamente nuevo y, sí, revolucionario. Probablemente nuestros antepasados se reirían a carcajada limpia ante la idea (¿insolente?) de hacer un trabajo que te llene. ¿Por qué te debería llenar un trabajo? En lugar del deber, se antepone el deseo.

tengo 35 años y ahora me doy cuenta de que quiero estar en pareja y ser madre. Muchas mujeres despiertan a mediados de los 30 conectando con el deseo de la maternidad. A menudo están solteras y de repente les entra la prisa por encontrar al padre de sus hijos. Entran en la tienda “Tinder” o cualquier otra similar, y se dan de bruces con el mercado. De nuevo, la diferencia entre ideal y realidad.  

ya no puedo más. Me separo. Tampoco la muy con frecuencia idealizada relación de pareja es fuente de sentido. Quizás lo es durante unos años. Sin embargo, hoy en día que el divorcio está mucho menos estigmatizado, separarse es más habitual, aunque no menos doloroso.   

Por otro lado, estas 3 situaciones recurrentes tienen su contraparte:

-Insisto que querer hacer profesionalmente algo significativo y relevante para uno mismo es revolucionario, comparado con lo que vivieron nuestros antepasados, que no tenían demasiadas posibilidades de elección. Sin embargo, más allá de que el deseo sea lo novedoso, hacer ese cambio implica esfuerzo, dedicación, energía y tiempo. Incluso si uno llega a hacer un cambio profesional, no hay ninguna seguridad que salga bien. No recibes un contrato de los dioses con su beneplácito y bendición. Y las personas no están esperando tu servicio o producto para sacártelo de tus manos en cuanto lo lances. Tienes que ganarte su atención y confianza. Espóiler 3: no se resuelve todo con Instagram. Por otro lado, no tengo claro que esa egolatrización del deseo sumado al porque tú lo vales, nos esté haciendo felices. Y no me quiero meter ahora en el jardín de la sacrosanta felicidad. Pero lo cierto es que este tipo de mensajes te seducen haciéndote sentir especial, prometiéndote que solo por existir eres valioso, y luego tienes que desenvolverte en un mundo lleno de exigencias, demandas y responsabilidades. ¿Podemos abandonar ya de una vez esta flipada colectiva? Solo quiero recordarte que tú eres uno de los más de 7 mil millones de habitantes del planeta.

-Sigue llamándome la atención que en tiempos en que las mujeres tenemos más margen de maniobra que el que tuvieron nuestras madres, abuelas, bisabuelas (somos profesionales, ganamos nuestro propio dinero, podemos hacer un montón de cosas que nuestras antepasadas solo soñaban como estudiar, viajar, etc.), acabemos deseando caminos parecidos a los de ellas. Como ya he escrito en otros artículos, el romanticismo ha hecho mucho daño: esa creencia que un día encontrarás a tu media naranja y que si no la encuentras es que tú estás fallada de algún modo. Por otro lado, hay una realidad: la mujer en algún momento tiene que plantearse su maternidad. Y aquí sí que voy a hacer otro espóiler: ejercer de madre es, por lo menos, complicado. Los niños demandan atención y cuidados y por eso mismo son unos consumidores de energía. Si quieres continuar con tu estilo de vida añadiéndole un hijo o dos, ya te adelanto que no te será posible. Tendrás que dejar algunas cosas por el camino. No es casualidad que hace pocas décadas, los hijos se tuvieran cuando éramos más jóvenes y teníamos más energía. Veo a madres haciendo malabares para llegar a ser la mujer súper: trabajar, llevar la responsabilidad de la casa y de los hijos, ser pareja y amante (sexualmente activa), y además tener tiempo para desarrollarse personalmente, salir con los amigos, cuidar de los padres. Seguro que me estoy dejando algo.

-Y la anterior me lleva a la última. La pareja no es un camino de rosas, como nos venden en Hollywood. Estar en pareja implica negociar más o menos constantemente y aceptar que la otra persona no es la séptima maravilla del mundo sino alguien imperfecto (como tú, por cierto, que a veces se te olvida). En esa trayectoria, descubrirás que la persona con la que te casaste o juntaste, en realidad no es la persona que imaginabas. Más de uno se ha llevado una decepción hasta el punto de plantearse ¿con quién he estado todo este tiempo? No solo es porque quizás tú tenías una visión distorsionada, que también, sino que hay personas que son auténticos magos de la interpretación.

En algún momento de esa búsqueda del sentido de tu vida, te das de bruces con la distancia entre los sueños e ideales de ese joven que eras y las experiencias reales por las que has ido pasando. Eso quiere decir que antes o después tendrás una relación cercana con la frustración, porque las cosas no han sido como deseabas ni imaginabas y, por lo tanto, con la decepción. La búsqueda del sentido y, sobre todo los ideales, entras en crisis. Topas con la infelicidad, algo que cuesta de sostener.   

Lo perverso (del sistema) es que por un lado ha conseguido que nos responsabilicemos 100% de nuestra situación: eres tú el que ha fracasado, tú el inútil, tú el que… y así tu autoestima se va al fondo de todo a mano izquierda. No es que todo en general sea más complicado de lo que imaginabas o de lo que te habían contado, no: el problema eres tú.

Por otro lado, nos pone parches para no tener que lidiar con esa infelicidad y el dolor. No fuera el caso que lidiaras con estos dos y al final del recorrido te recompusieras y estuvieses mejor*. ¡Los dioses no lo quieran! *Atención: he dicho mejor, no iluminado o redimido. ¿Para qué lidiar con la infelicidad y el dolor si puedes tomar ansiolíticos y antidepresivos, distraerte haciendo algo todo el tiempo o esperar la siguiente zanahoria decorada con luces? ¿Para qué sentirte mejor si puedes ir tirando? Tragar una pastilla o mirar una pantalla cuesta menos esfuerzo.

Como escribe Jaume, <<Desgraciadamente, y durante mucho tiempo, ir contra el sistema (fuera en Estados Unidos, en la Unión Soviética, o en la misma Europa) se saldaba con el psiquiatra y el manicomio; hoy en día, más suavemente, pero no menos efectivo, con el ansiolítico y el antidepresivo y, especialmente, con una sociedad de la distracción que invita a vivir realidades virtuales como falso escape pero que, en realidad, es el mejor sostén del sistema capitalista que domina nuestras vidas>>.

Paradójicamente, evitar mirar a sentimientos como la infelicidad, el vacío existencial, el dolor, etc., es el camino a esa infelicidad que se quiere evitar.

Imágenes de Pixabay.

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