El sentimiento culposo de estar siendo un mal padre es más habitual de lo que parece. De nuevo: no, no eres el único que siente que lo está haciendo fatal y que tendría que hacerlo mucho mejor.
El contexto ha cambiado y ahora miramos a la infancia con una actitud más inclusiva que la de hace unas generaciones pasadas cuando los niños éramos casi muebles. Los mensajes que recibíamos iban en la línea de: No molestes, estate quieto, no toques eso, haz lo que te ordeno, pórtate bien, no hagas enfadar a… ¿Te suenan?
A ese cambio de actitud, ahora se le llama paternidad consciente. Para empezar, implica que uno reflexiona si quiere o no tener hijos, cuántos y cuándo. Y por supuesto implica educarle de otros valores, en el que la comunicación y la reflexión se incorporan en la relación.
¿Qué ocurre? Pues que probablemente vives en un contexto con muchas responsabilidades y mucha presión. Además de las propias de tener un hijo, se le suman:
-las obligaciones del trabajo,
-la relación con tu pareja,
-las micro y macrogestiones de la escuela y la casa,
-la relación con otros miembros de la familia (la tuya y la de tu compañer@),
-y añádele que tenemos que /queremos hacer una lista de cosas que no se acaba nunca: ir al gimnasio, al teatro o simplemente tener un poco de vida personal.
-Además, uno de los musts actuales es el de tener espacio para el desarrollo personal.
Total: no sé si eres buen padre, pero lo cierto es que eres un Padre Malabarista. Tu agenda es un encaje de bolillos. Te pasas el día corriendo de un lado para el otro, intentas llegar a toda esa lista infinita… pretendiendo no despeinarte ni un milímetro. Llegas a casa exhausto y aunque quieres mucho a tus hijos, desearías que estén ya durmiendo. ¡¡¡HORROR!!! Posiblemente ese deseo ya esté sumando en tu autopercepción de ser el/la peor de los padres por querer básicamente un poco de silencio y quietud. ¿Será que no quieres a tus hijos si prefieres que estén durmiendo? No, no es eso. Es que estás cansad@.

Querer a tu/s hijo/s no está peleado con la necesidad y el deseo de descanso. Otra cosa es que lo tengas. O cómo reaccionas a su falta.
Si estás planteándote el asunto de la paternidad, te adelanto el espóiler de que los niños tienen una energía impresionante y son demandantes de atención. No es nada personal, necesitan sentir que son importantes para sus figuras de cuidado. Se le llama apego. Es la forma que tenemos los sapiens de vincularnos. Sin vínculo, nuestro desarrollo puede tener consecuencias graves en el aprendizaje, el lenguaje, en las capacidades motoras, etc. Poca broma.
Para ti la vivencia es que llegas al final del día agotad@ tratando de cumplir la agenda de ministro y te encuentras a tu/s hijo/s despilfarrando su energía de formas variopintas.
Añádele que los sapiens tardamos aproximadamente 21 años en desarrollarnos, con lo que a veces no es fácil hacerle entender a una criatura de 4 años según qué cosas: por ejemplo, que no se tiene que subir por esa escalera, o que no se puede llenar de dibujos la pared del pasillo, o que no puede pegar a su hermanito pequeño. Su cerebro no está desarrollado todavía para esa capacidad de comprensión más amplia.
Tampoco tiene los filtros mentales de la contención. Así que ante una negativa tuya o una prohibición es fácil que explote y monte una pataleta en cualquier lugar.
Y por último (y tampoco es nada personal), los niños son básicamente egocentrados, movidos por el deseo y la apetencia de jugar o de hacer cualquier actividad lúdica. Y no esos rollos de adultos. Así que, si estás teniendo unos días malos, la tensión puede escalar y antes o después vas a explotar. Y si no explotas con tu pareja, vas a explotar con tu/s hijo/s. O con todos.
Es habitual sentir entonces la culpa por estar siendo un mal padre / madre (y/o mala pareja).
En realidad, lo suyo sería que empezaras a ver esta situación de otro modo: se llama reconocer tus limitaciones. ¿Qué bien te hace tratar de ser Pluscuamperfect@? ¿Qué bien te hace tratar de cumplir con esa lista infinita de tareas de La Paternidad Ejemplar? Fíjate cómo detrás de ese tengo que, debería tal, está moviendo los hilos el Tribunal Superior de Justicia Interno. Todo se convierte en un deber y una obligación.
Además, por mucho que lo desees, la paciencia tiene sus límites. No puedes ser paciente cada día las 24 horas. A no ser que seas un iluminati y flotes en lugar de caminar. Si no flotas -> no eres un iluminati, ergo…
(Abro paréntesis): Por cierto, vaya por delante que parece que a los humanos la información nos llega mejor, no cuando pedimos amablemente las cosas, sino cuando las pedimos contundentemente. (Cierro paréntesis)
¿Y qué me dices de cuándo tú ves las cosas de una manera y tu pareja de otra en cuánto a la educación de tu/s retoño/s?
Visto así, ¿cómo queda el proyecto de La Paternidad Consciente Ejemplar Pluscuamperfecta?
Te adelanto que, si lo de explotar con los cercanos es recurrente, la cosa va más en la línea de detectar que quizás algo no está funcionando en tu vida. Por ejemplo, una situación complicada en el trabajo que persiste en el tiempo. Así que esas explosiones pueden ser más bien el síntoma de otro asunto: ¿cómo estás encarando esa situación vital?

La paternidad consciente es un cambio de paradigma. Sin embargo, se acaba convirtiendo en una presión más para ser el Padre o la Madre del Siglo. Y cuando no cumples con esa autoimagen (gobernada por el Tribunal Superior de Justicia Interno), entras en un bucle de culpa y castigo.
El dicho Quien mucho aprieta, poco abarca me parece una buena forma de resumir la situación.
Los hijos son un tsunami que van a dinamitar cualquier idea preconcebida de pluscuamperfección que tengas. Quizás sacarán tu mejor versión. Pero también -te lo aseguro- te ayudarán a sacar la peor. O, mejor dicho: te van a ayudar a enfrentar tus límites. Los de la paciencia, los de la rabia, los de la frustración, los del dolor… en resumen: que eres humano y por ende limitado. Te relajarás más si reconoces que no eres infalible, ni maravilloso, y que tratas de hacerlo lo mejor posible. Por cierto, ellos también necesitan los límites (aunque no les gusten).
¿No te parece que vivimos bajo suficiente presión como para sumarle la historia esta de ser el padre ejemplar? El día a día es muy complicado. El estrés y la ansiedad son compañeros habituales. Y además tienes que ser ¿lo cualo?
Ya sé que no quieres causarles un Trauma… Pero es que ¿acaso les das puñetazos, te drogas en su presencia, los estampas contra la pared, te los olvidas en los sitios, no les alimentas, les chillas y les insultas, los prostituyes o abusas de ellos de algún modo…? Si no cometes ninguna salvajada, quizás tengan algún “traumilla”. No te digo que no. Pero la sobreprotección no les va a ayudar tampoco y en cambio sí puede ser fuente de algún traumazo.
En todo caso, los padres estamos para acompañar. No para evitarles nada a los peques. Además los hijos tienen que conquistar sus propios éxitos y aprender de sus fracasos.
En todo caso, es inevitable sentirse herido de algún modo. Se trata de aprender a convivir y gestionar esas heridas, reales o interpretadas.
Empecemos a hablar claro: ser padre puede ser muy bonito en algunos momentos y terrible en otros. Háblalo abiertamente con tu compañer@ y sacaros peso: no es lo que me imaginaba, es más complicado de lo que parecía, a veces pierdo la paciencia y me siento terriblemente mal… Comparte ese sentimiento de culpa con otros súperpapis. Ya verás que no eres el Rar@ de la peli.
Te recomiendo, por si no la conoces, a la escritora Anna Manso, que se autoetiquetó como la peor madre del mundo. Lo cuenta aquí abajo.
Imágenes de Pixabay.
Si quieres aprender más sobre la culpa o recibir otros artículos, apúntate a mi newsletter. Puedes darte de baja en cualquier momento.
1 Comment